54 golpes para la historia
Después de que Rafael Nadal ganó el primer set con un tenis de alto nivel, muy superior al de Novak Djokovic, un punto pudo marcar el desenlace de la segunda manga.
Era el sexto juego y el serbio disfrutaba de pelota para situarse 4-2 arriba. Nadal sabía de la importancia de dar la vuelta y salvar situación adversa. Empieza el intercambio de golpes hasta un total de 54, 27 cada uno. Derechas, revés, paralelos, cruzados y cortados hasta que el manacorí acaba fallando con su golpe de revés.
La pista Arthur Ashe estalla y el serbio levanta los brazos con la sensación de que ha dado un golpe de efecto al partido. La realidad es otra bien distinta. “Después de ese punto estaba muy cansado pero sabía que debía seguir luchando”, analizaba el flamante campeón del US Open.
Rafa rompió el servicio del rival inmediatamente después, aunque posteriormente otra rotura le daría las tablas en el marcador a Djokovic. “Fue un punto increíble, probablemente el que mejor he jugado en mi vida. Aunque lo que cuenta es quien se queda el trofeo y éste pertenece a Rafa, que fue un justo merecedor del título”, analiza el todavía número 1 mundial.
Dos máquinas
“Nunca vi nada igual. Son dos máquinas”, advertía John McEnroe, con siete majors en su palmarés, desde su privilegiada posición como comentarista de la televisión que tiene los derechos del Abierto. El manacorí se fue de Nueva York con cuatro breaks en contra, tres en la final, y sólo uno en las semifinales con Richard Gasquet.
De esta forma, se convertía en el tenista que menos juegos había cedido al saque antes de llevarse para casa la corona de uno de los cuatro Grand Slam. “No hay nada nuevo con el servicio. Ha hecho el mismo trabajo de siempre”, cuenta su tío Toni Nadal.
La diferencia con 2010 es que el tenista antepone el porcentaje de efectividad a la velocidad. El saque más potente de la final, y el único ace, llegó en el momento justo. Era el noveno juego del tercer set. Djokovic tenía un 0-40 y Rafa completó la remontada con un servicio a 201 kilómetros por hora.
Después de tres sets igualados y con la opción perdida de hacer break en el inicio del cuarto, el serbio bajó los brazos y empezó a cometer errores no forzados hasta un total de 54, por tan sólo 20 de Nadal, un doble mérito en una final de máxima exigencia.
A Nole empezaron a sobrevolarle por la cabeza los fantasmas de las derrotas anteriores con su más directo rival. De los últimos siete partidos entre ambos, Nadal ha decantado a su favor seis, dos en rápida y cuatro en tierra, cambiando la dinámica de las siete derrotas en finales de 2011 y principios de 2012.
Su rivalidad se ha convertido ya en la mayor de todos los tiempos, superando los 36 cara a cara, en la década de los ochenta, de Ivan Lendl y John McEnroe. En otro siglo, el XXI, Nadal y Djokovic, de 27 años y 26, respectivamente, tienen margen para medirse tantas veces como quieran.
Reencuentro en Pekín
La próxima podría ser en el Open 500 de Pekín, donde el serbio, defensor de la corona, puede ser testigo de la coronación de Rafa como número 1. Nole llegará a la capital china con 100 semanas en lo más alto, pero sin tiempo de alcanzar las 102 que ya acumula el fenómeno balear.
Los dos tienen antes una cita previa con sus respectivos países en Copa Davis, cambiando la superficie rápida por la tierra batida, aunque con dos objetivos muy distintos: Nadal quiere mantener a España en el Grupo Mundial mientras que Djokovic, en semifinales, anhela su segunda Ensaladera.
Con sus 60 títulos, octavo en ese ranking empatado con Andre Agassi, al español sólo le queda coronarse en la Copa Masters para igualar al estadounidense, el único que también posee el oro olímpico, ha completado el Grand Slam y tiene la Copa Davis. “No entiendo por qué el torneo de maestros tiene que ser siempre a cubierto y en rápida”, dice Nadal. En dura, al aire libre, sigue invicto.