Islandia y Croacia, sin diferencias
Islandia salió viva pese a jugar casi toda la segunda parte con diez y sacó un 0-0 que deja todo abierto para la vuelta en cuatro días en Zagreb, donde Croacia deberá buscar la sentencia de la eliminatoria que dejó escapar.
El equipo croata mostró que es mejor y controló con suficiencia el partido, pero careció de ambición y se acabó llevando un resultado peligroso que le traslada toda la presión.
Quizás para sacudirse el frío -apenas dos grados- o los nervios, ambas selecciones salieron a todo trapo. A los dos minutos, un defensor islandés sacó bajo palos lo que parecía el 0-1, y en la siguiente jugada, Finnbogason a punto estuvo de marcar.
A cada ataque respondía Islandia a la contra. Pero el descontrol duró apenas diez minutos, hasta que los croatas se dieron cuenta de que les convenía un ritmo más pausado.
Entre Modric y Rakitic durmieron la pelota y controlaron la posesión, pero con escasa profundidad, apenas alguna acción por la banda de Perisic, autor del único disparo entre los tres palos de ahí al descanso.
Falta de agresividad
Aunque ambiciosa sobre el papel, a Croacia le faltó agresividad y fútbol para crear más peligro. Tampoco ayudó un rival que asumió su inferioridad y se cerró bien, fiándolo todo a alguna contra, pero que mostró sus limitaciones, multiplicadas por los nervios de un equipo sin experiencia en esta clase de partidos.
La lesión de Sightorsson, que se dobló solo el tobillo antes del descanso, fue una noticia horrible para Islandia, que perdió a su estrella y su goleador, sustituido por el veterano Gudjohnsen. Y peor se pusieron las cosas cuando Olafur Skulason derribó a Perisic y fue expulsado al ser el último defensor.
Con uno menos, Islandia se encerró aún más en la trinchera y Croaica monopolizó la pelota, pero sin muchas ideas, demasiado ansiosa por momentos, incapaz de inquietar a Halldorsson salvo en un par de remates lejanos y un tiro franco de Perisic que salió fuera.
Demasiado poco para un rival superior en número y en calidad, un premio para una Islandia cuyo público festejó como un triunfo el empate que le permite prolongar el sueño de clasificarse por primera vez para un Mundial.