Teo: “Siempre le pedí a Dios jugar un Mundial”
El árbitro pita el final y los hinchas en el Monumental no gritan, rugen. River Plate puede ser campeón por primera vez desde esa herida profunda que significó jugar en segunda división en la temporada 2011-2012. Tras el 1-0 ante Vélez Sarsfield, el goleador del encuentro, clave en las últimas jornadas para que el Millonario sea hoy candidato a cuatro fechas del cierre del torneo Inicial 2014 del fútbol argentino, habla para la televisión.
“Este gol es para mi abuelita que cumple años, sus empanadas me hacen cada día más goleador”. Así es Teófilo Gutiérrez, un niño de 28 años que exhibe, con cuarenta mil personas delirando a su alrededor -y la rodilla inmersa en hielo-, esa frescura inocente de darle a las arepas de su abuela la razón de su talento para el gol.
Teo había confesado otro motivo para su llamativa empatía con el gol: “La técnica que tengo, la alegría… Es un don que me ha dado Dios. Sé que en cualquier momento puedo ayudar a mi equipo con un gol o con un pase gol y eso genera mucha confianza en mí y en mis compañeros”.
Eso mismo debió ver en 2012 el seleccionador de Colombia, José Pekerman, cuando lo hizo titular en un partido clasificatorio ante Uruguay por delante de Jackson Martínez o Dorlan Pabón. Teo, que siempre lleva una Biblia en su bolso, venía de mostrar su otro costado, el más conflictivo: recién había vuelto a Colombia tras un paso por el fútbol argentino primero ilusionante, finalmente tumultuoso. En Racing Club, donde alternó jornadas memorables con otras más tumultuosas -fue expulsado 4 veces-, cerró su ciclo al mostrar un revolver de juguete en el vestuario tras discutir con un compañero. Desterrado a Lanús, apenas convirtió un gol.
La visión de un conocedor
No era fácil jugársela por él. Carlos Valderrama lo retaba por televisión y en Junior seguía seco, pero Pekerman lo hizo. Y Teo respondió: convirtió dos goles e inició un camino que lo transformó en socio ideal de Radamel Falcao y en el segundo máximo anotador colombiano en las eliminatorias para la Copa Mundial de la FIFA Brasil 2014™.
“De niño siempre le pedía a Dios tener la posibilidad de jugar un Mundial. Es muy lindo, un privilegio. Me gustaría estar, disfrutarlo y después fluir dentro de la cancha. Me estoy preparando al 100 por ciento en todo para poder demostrar, aunque por ahora pienso en River, en el presente. Queremos pelear el campeonato. Sabemos que no es fácil pero podemos conseguirlo”, apunta, quien hoy se está recuperando de una distensión de ligamento en la rodilla derecha.
Ser campeón con el equipo del que es hincha fanático desde pequeño es una gran motivación, pero un Mundial… “Se juega cada cuatro años y todos los jugadores de élite se preparan para dar el máximo. Sabemos que es un grupo muy parejo –Grecia, Costa de Marfil y Japón- pero la gente nos ha dado un plus muy importante. Eso nos ayuda a trabajar mucho cada día, nos da energía. Esperemos llegar al nivel que todos queremos y que Colombia pueda demostrar”.
Algo que lo deja tranquilo es la sabiduría que ve en Pekerman: “Son pocos los técnicos con los que uno disfruta. Sabe de fútbol, nadie nos puede echar cuento. Juegue o no juegue le voy a estar siempre agradecido”.
Pero para tener las mayores garantías de éxito, los cafeteros necesitan de su máxima estrella, el lesionado Falcao. “Aunque es muy difícil la lesión que tiene, sabemos que va a llegar. Tenemos plena confianza en Dios”, asegura Teo, que cree saber por qué conforman una dupla letal con el Tigre: “Tenemos gol, somos buenos técnicamente y nos complementamos bien. Los defensas saben que no nos pueden dar ventajas”.
Crecer feliz en medio del caos
La técnica, también la picardía para saber sacar provecho de cualquier situación, incluso provocando a los rivales, Gutiérrez las aprendió en las calles de La Chinita: un barrio de las afueras de Barranquilla de gente muy humilde, trabajadora, pero también cruzado por las pandillas, la violencia y el miedo.
“Era muy complicado vivir allá. Era un barrio muy vulnerable pero igual yo disfrutaba al máximo jugando a cualquier juego. Ahí aprendí a valorar la vida, a cuidarla, a ser un hombre fuerte. Mis padres me inculcaron el camino recto, el de jugar al fútbol y ser una buena persona”.
Mamá Cristina, cristiana evangélica, le trasladó la devoción por Dios. Papá Teófilo, ex arquero del Junior, el equipo donde también se formó y jugó Teo, le regalaba pelotas de fútbol. Mientras, trabajaba de madrugada en una pescadería o molía maíz para que su abuela pudiese vender las arepas en la calle. Y esperaba ese momento mágico que llegaba cada cuatro años.
“Ver un Mundial era una emoción única. Se juntaban todos en el barrio, sacaban el televisor a la calle y veían los partidos. Me acuerdo mucho del ’98, que estaban Ronaldo, Rivaldo… A nosotros nos encanta el buen fútbol, que (alguien) acaricie la pelota, que se la esconda al rival y que disfrute en la cancha, que es lo más importante”.
Pudo haber tenido el destino de muchos chicos de La Chinita, pero ese disfrute por el fútbol terminó siendo fundamental para que hoy sueñe con ganar un título en River, hacer un gran Mundial con Colombia y ayudar a los niños del barrio siempre que puede. “No terminé en una pandilla porque mi familia y mis amigos me ayudaron mucho, me inculcaron esto del fútbol. Yo quería ser profesional y vestir la camiseta de mi país. Tenía un sueño y no me lo dejé robar. Por nadie ni por nada”.