Los Indiana Pacers logran salir con vida de Atlanta
Indiana salvó esta madrugada (88-95) una bala que iba directa al corazón, no sólo al de la plantilla sino también al de la franquicia. Haber perdido en el sexto partido de primera ronda de playoffs contra el octavo clasificado, los Atlanta Hawks, hubiese puesto en duda todo un proyecto que lleva forjándose desde la multitudinaria pelea del Palace of Auburn Hills de Detroit de 2004. La cara de Larry Bird durante todo el partido era un claro reflejo de lo que había en juego.
Aunque todavía es posible que los Pacers resbalen en el séptimo y último encuentro de su sorprendente duelo contra los Hawks, por el simple motivo de que Indiana está rematadamente mal e irreconocible en todos los aspectos (el claro ejemplo es Hibbert que disputó la friolera de 12 minutos con un rendimiento indigno para un All Star) y que Atlanta, con las limitaciones que posee, hace lo que tiene que hacer para estar siempre dentro del partido y disparar a matar cuando ve la más mínima vacilación. Es decir, lo hace fácil e Indiana, difícil.
Porque los Hawks encontraron debilidades desde el minuto ocho del primer cuarto (17-7). Al principio, los de Frank Vogel entraron serios y responsables al partido. Sabían lo que se jugaban. Incordiaban la salida por fuera de Antic y Millsap y lanzaban ataques rápidos. Pero se desdibujaron con facilidad. Atlanta aprovechó el bajon visitante y comenzó a jugar donde nace y muere el equipo de Budenholzer: desde el perímetro. Desastroso esta noche el conjunto de Georgia desde el triple (9/35). Su desacierto fue lo que dio primero aire (la ventaja de Atlanta nunca superó los diez puntos) y luego salvo a Indiana (con poquito que hacían se mantenían en el encuentro) que llegó al descansó por delante (39-44)
La segunda parte se mantuvo como la primera hasta la vuelta de Hibbert que cometió su segunda falta cuando aún restaban cinco minutos del primer acto y no volvió hasta el último minuto del tercero. Una vez en cancha, Teague (el mejor de su equipo con 29 puntos) decidió que había que cambiar el ritmo y el pensamiento. Ya no hacía falta lanzar desde fuera, sino que entrar a canasta ante un defensor como el de Queens, frío y desconocido, era el camino más fácil hacia la victoria. El base acertó de pleno. Penetración intentada, canasta conseguida. Louis Williams también probó suerte y acertó. La sangría era constante pero no dramática (82-79) gracias a esos balones interiores hasta que apareció West.
El ala-pívot fue un iceberg. Tanto por su soledad en la pintura esta madrugada como por su sangre fría. Cogió la responsabilidad y el testigo de un persistente Paul Geroge (24 puntos) y acercó a los suyos en el marcador cuando peor pinta tenía el partido con cuatro puntos seguidos (del 84-79 al 84-83) y dos más, acabaron con las ilusiones de los aguerridos Hawks (del 84-85 al 84-87).
Aunque la triste razón de que los locales no pudieran dar la campanada en estos playoffs, es que el baloncesto es muy cruel. Louis Williams, fenomenal en todo el encuentro, perdió un balón imperdonable cuando aún había esperanzas ante la insistencia de Mahinmi, que también influyó con un tapón para que el otro noble del partido en los Hawks, Teague, fallara una de esas penetraciones que tan bien le habían funcionado.
Dos grandes que empequeñecieron por sendos errores que pueden costar una eliminatoria que se decidirá en el Banker Life Fieldhouse. Ese último duelo puede o bien confirmar la machada de los Hawks o bien lavar algo la cara a los Pacers, pero lo que está claro, es que esta bala perdida puede costar muy cara a las alturas que nos encontramos de eliminatoria y en Atlanta seguro que van a soñar con ella.