Siria, el milagro del fútbol entre el dolor
Cuando se habla de un futbolista internacional, se nos viene a la cabeza una imagen arquetípica: un jugador de un club importante, reconocido mundialmente, con vida plácida e idílica que despierta admiración y entusiasmo en los aficionados
Sin embargo, hay otros mucho que sudan de igual forma la camiseta de su selección, pero cuya situación vital es bien diferente. Están más que dispuestos a luchar por sus colores en un terreno de juego, pero su día a día es complicado, duro e incluso peligroso. Y, además, cargan sobre sus espaldas con la responsabilidad, no sólo de cumplir las ilusiones de sus compatriotas, sino de intentar aliviar el sufrimiento de su pueblo, aunque sea momentáneamente con un triunfo.
El veloz mediocampista Osama Omari es una de las estrellas de la selección de Siria y un ejemplo del sacrificio que supone jugar al fútbol en medio de la guerra.
Limitaciones
Es de sobra conocida la dramática realidad que vive la población de Siria. Envuelto en una dolorosa guerra desde 2011, el país no atisba salida al conflicto y las consecuencias se perciben en el día a día de la gente que carece de todo, una situación a la que no escapa ni el fútbol ni los futbolistas.
“Cuando empezó la guerra, yo tenía 19 años y estaba haciendo mi servicio militar”, explica Osama Omari “Normalmente dura dos años pero, por la situación, el mío aún continúa. Muchos de mis compañeros han dejado el país para enrolarse en clubes extranjeros, pero yo no puedo hacerlo. He tenido que rechazar muchas ofertas, porque debo terminar mi servicio militar primero”.
No es, por supuesto, el único afectado. El panorama del balompié sirio ha cambiado por completo, y los jugadores se han tenido que adaptar a las circunstancias. “Antes la liga era fuerte, era muy diferente, los equipos podían viajar a todas las ciudades. Ahora han desaparecido equipos y muchos jugadores han sufrido las consecuencias”, continúa el jugador del del Al-Wahda sirio. “Mi primo, Omar Khribin, también internacional, solía vivir en una zona de conflicto, pero tuvieron que dejar su casa. Su familia está ahora en Damasco y a él le surgió la oportunidad de ir a jugar a Dubai”.
Éxito en la adversidad
Al conocer la situación, parece un milagro lo que ha conseguido la selección siria en el camino de clasificación a la Copa Mundial de la FIFA Rusia 2018™. Las Águilas de Qasioun están a punto de clasificar a la ronda final de grupos de la zona asiática, pese a estar enclavadas en un complicado Grupo E, con los Samuráis Azules como líderes. Ellos son ahora segundos a falta dos encuentros en marzo ante Camboya y los nipones.
Los resultados son aún más meritorios si se toman en cuenta las circunstancias que rodean cada partido del equipo. “Nos juntamos solamente en el lugar donde vamos a jugar, un par de días antes del partido. ¿Concentraciones? ¡Ni pensarlo! Cada uno se prepara con su club. Y eso también ocurre cuando jugamos de locales, porque no podemos jugar en casa”, nos explica el autor de tres goles en el partido ante Afganistán que ganaron por 5-2 en junio pasado.
Más difícil todavía. Osama nos cuenta el recorrido que tuvo que hacer la selección en septiembre para disputar su partido en Singapur. “Quienes jugamos en clubes sirios, nos tuvimos que juntar en Damasco, para después tomar un autobús a Beirut (Líbano). De ahí, un avión nos llevó a Qatar, desde donde volamos a Malasia. Allí jugamos el único partido amistoso que hemos podido disputar en este tiempo. Al terminar, viajamos a Singapur para el partido de la eliminatoria mundialista. Fue un recorrido larguísimo”. ¡Y aun así ganaron por 2-1!
Los contratiempos no frenan a Omari y sus compañeros. La situación ha galvanizado al grupo que, sin embargo, no es ajeno a lo que sucede a su alrededor. “Por supuesto que hablamos de la guerra en el vestuario, y de la tristeza que los sirios están experimentando todos los días. Cada uno de los jugadores tiene su propia opinión, pero al final tenemos claro que estamos jugando para nuestro país, por la bandera de Siria, sin importar la ideología”.
Ilusión y realismo
Esa unión en la cancha, tan deseada en otros ámbitos del país, ha permitido a Siria mantener vivo el sueño de asistir por primera vez a una Copa Mundial de la FIFA™ pese a las evidentes dificultades. “Con la situación que estamos viviendo no podemos tener entrenadores extranjeros que aporten conocimientos innovadores. No nos queda más que unir el talento, que siempre ha existido en nuestro futbol, al espíritu y la garra. Todos queremos que acabe la guerra lo antes posible pero, por lo pronto, tenemos que hacer lo que podamos con lo que tenemos”, dice el jugador de 24 años, determinado a conservar la ilusión del fútbol.
Lo que les queda a los futbolistas es seguir ganando, pese a todos los contratiempos, aunque, quizá por la experiencia que ha vivido con su pueblo, Osama Omari está empapado de realismo y es muy cauto.
“Espíritu y calidad no nos faltan, pero para poder superar a equipos como Japón, Irán o Australia en la fase final, necesitamos una preparación más seria. Tenemos la esperanza de hacer algo grande. Ojalá podamos conseguirlo”. Sabe que un éxito sobre el césped es un regalo para millones de compatriotas.