Brasil ya está en su final
Si hay alguna selección del mundo que vive del cuento es Brasil. Explican que a mitad del siglo XX verlos en acción era algo sensacional, posiblemente parecido a cualquier espectáculo actual del Cirque du Soleil. No debemos olvidar que por aquel entonces tampoco existían las comodidades tecnológicas de la actualidad, por lo que la gente debía conformarse, básicamente, con lo que leían, explicaban o si tenían posibilidades en casa, veían por televisón en blanco y negro. Jugadores de quilates los tiene, ahora el patrón de juego e ideas, más bien pocas. No es de extrañar que en su día pensaran en Pep Guardiola como entrenador nacional. Scolari regresó al banquillo para darle un aire diferente al combinado, pero cierto es que parecen incrustrados en la mediocridad que aburre hasta sus propios hinchas, desesperados por conquistar algo importante en el concierto futbolístico mundial.
Brasil se metió en la final del domingo, pero dejó mucho que desear. Antes de que Neymar apareciese por primera y única vez en la primera parte, acción que le sirvió a Fred para hacer el primer gol del partido, los uruguayos comprobaron cómo la suerte les giraba la cara. Forlán vió a Júlio César desviándole un penalti (12’) y antes del gol local, Luiz Gustavo, que fue el que inició la acción que hizo retronar Belo Horizonte, pudo ser expulsado al incrustar los seis tacos de su bota derecha en el abdomen del Cebolla Rodríguez.
Dureza. Empató Uruguay nada más arrancar el segundo acto. Cavani remató mordido a la cuarta opción clara dentro del área brasileña. El aún delantero del Napoli (Ancelotti, piénseselo bien) supo aprovechar una asistencia de Thiago Silva. El central, en vez de reventar el balón cerca de donde se estaban sirviendo los refrescos (previo pago, claro), decidó jugar en corto, en un acto tan reflejo como infantil. Y claro, ahí, los tipos que están valorados en 67 millones tienen prohibido fallar. 1-1.
Hulk trataba de sorprender desde todos los lados con tiros desde Río de Janeiro, mientras Neymar seguía aislado, sin encontrar la opción de regatear (siempre tenía dos rivales encima) o bien sin la posibilidad que nadie le trasladase el balón a su zona de influencia. Y Tabárez, tranquilo. Feliz. El plan estaba funcionando, mientras que Cavani seguía cuajando su mejor partido apoyado por el músculo de la terna de medios y la astucia de Luís Suárez y Forlán, algo afectado por haber marrado el penalti.
Uruguay se fue desintegrando en ataque. Destrozados físicamente, los charrúas fueron perdiendo terreno, algo que aprovecharon los brasileños para meterle pimienta al choque. Más intenciones que nada. Bernard dejó muestras de su calidad con recortes y servicios con mucha intención. Y claro, se acumulaban las opciones desde la esquina hasta que una fue definitiva: un córner ejecutado por Neymar fue aprovechado por Paulinho, granito puro en el centro del campo. Saltó bien, límpio y cómodo para acompañar con la cabeza al fondo de la portería de Muslera, que nada pudo hacer más que lamentarse con el resto de sus compañeros