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Cafú: “Brasil es el equipo a batir”

356192_gdEl legendario lateral derecho habla de las dificultades que tuvo que superar al principio, hasta que de repente se destapó y alcanzó el estrellato, lo que le ha permitido ser, hoy en día, una autoridad en todo lo referente al combinado brasileño y la cita mundialista. ¿Y qué espera de sus jóvenes compatriotas en la edición de este año, que disputarán en casa? Tampoco tiene la menor duda: “Brasil es el equipo a batir”.

Su historia es muy curiosa. Tardó en poder ser futbolista, tuvo que someterse a varias pruebas, pero, cuando el São Paulo le dio su visto bueno y se estrenó como profesional, ¿imaginaba que triunfaría de tal manera en tan poco tiempo? ¿Que iba a estar en una final del Mundial en 1994?
No, no podía imaginar que llegaría adonde llegué, de un modo tan rápido. Sí imaginaba ser deportista profesional, un jugador del São Paulo, el club en el que estaba en aquella época. Pero después las cosas se sucedieron muy rápido. Para muchos futbolistas, el inicio de sus carreras resulta arduo, muchos acaban rindiéndose a mitad de camino, por las propias dificultades que entraña el día a día del fútbol y de la vida. A mí me habían dicho que no muchas veces al principio, unas nueve, más o menos, y pensé que no llegaría a ser un futbolista profesional de verdad, ni mucho menos internacional brasileño.

Pero, de repente, en un bonito amistoso contra el São Paulo, el mismo club que ya me había rechazado varias veces, acabé superando la criba y me quedé. La prueba duró unos quince días, se me hizo una eternidad. A mí solo me faltaba aquello, una oportunidad. Cuando el São Paulo me la dio, la agarré de tal manera que no la pudiese soltar nunca más. De 1991 —cuando me consolidé en el equipo profesional— en adelante fue todo seguido: selección del estado de São Paulo, categorías inferiores de la selección y selección absoluta brasileña, hasta ser campeón del mundo.

¿Recuerda si hubo algún momento concreto, un día en el que ya supiese que las cosas habían cambiado por fin? ¿Que lo había conseguido?
Cuando firmé mi primer contrato con el São Paulo, todavía no estaba seguro de si mi carrera iba a tener continuidad o no. Aun llegando a la profesionalidad, la competitividad es muy grande, y me pareció que iba a ser difícil, por tener ya una cierta edad. Pero cuando me consolidé como titular indiscutible, cuando gané el primer título, ahí sí que vi que podía ser un poco más ambicioso. Empecé a trabajar para poder llegar a la selección. Cuando lo conseguí, empecé a trabajar para tener la oportunidad de participar en un Mundial. Y, una vez que se está allí, lo único que se quiere es ganar el trofeo. Así que fue una secuencia de victorias y cosas positivas, que me permitió tener el récord de partidos con la selección, ser capitán y proclamarme dos veces campeón del mundo.

En la final de 1994, empezó siendo suplente. ¿Cuándo supo que tendría que jugar? ¿Cómo recibió la noticia?
Jorginho estaba bien, haciendo un buen torneo, y yo estaba entrando gradualmente durante los partidos, unos diez, veinte minutos. En la final, transcurrido un cuarto de hora del primer tiempo, Jorginho se llevó la mano al muslo. Parreira lo vio y dijo: “Cafu, a calentar”. Yo pregunté: “Caramba, ¿a calentar yo?”. Y él dijo que Jorginho había hecho lo correcto, que serviría de advertencia. Cuando se confirmó que tenía que retirarse, me preguntó si estaba listo, yo respondí que estaba preparado desde hacía mucho tiempo y que ni siquiera necesitaba el calentamiento. Entré en la final, y gracias a Dios Brasil ganó a Italia y se proclamó campeón.

Al pensar en los planteles de 1994 y 2002, que fueron campeones, siempre se dice que las cosas no suceden tan solo dentro del campo, sino que el ambiente también puede ser igual de fundamental. ¿Eso es un tópico o es cierto que tiene tanta importancia?
Para un equipo, sobre todo en un Mundial —una competición corta—, estar unido es un requisito imprescindible para ganar. Nadie gana un Mundial solo. Sería absurdo que yo dijese que Pelé, Maradona o Matthaeus ganaron algo ellos solos. Es mentira. Siempre hubo un equipo que los apoyó para que destacasen. Si no está todo el mundo concentrado, no sirve de nada, ya que no se gana. Tanto en 1994 como en 2002 nosotros estuvimos concentrados en una sola cosa: el título. Hace falta tener talento, eso es obvio. Nosotros teníamos lo suficiente. Pero si esos talentos hubiesen jugado individualmente, Brasil no habría sido campeón.

Ese tipo de química entre los integrantes de un equipo, ¿cómo funciona? ¿Procede en gran medida del entrenador, o es una sucesión de hechos que pueden empujar al equipo en esa dirección?
Es precisamente una sucesión de hechos. Claro que el entrenador también influye, pero para poder ganar un Mundial se necesita una concatenación de hechos, y no un episodio único, ni un detalle que lo haga a uno ganar. Un detalle puede influir en una final, por ejemplo un despiste. Pero para llegar hasta ahí hace falta toda una preparación.

Justo antes de que empezase la Copa FIFA Confederaciones, usted estaba en Brasilia, y tuvo acceso al entrenamiento. ¿Cómo fue el contacto con los jugadores? ¿Ya percibió que había un grupo con un estado de ánimo distinto, en ese sentido?
Tuve la ocasión de hablar con ellos en el medio del campo. Se dijo incluso que les di una charla, pero no fue eso. Fueron apenas unas palabras que acabaron combinándose con el ímpetu que tenían ellos y el cuerpo técnico. Por todo lo que viví, me parecía que podía transmitirles algo a aquellos muchachos, y creo que lo asimilaron bien. Ayudó a impresionar a los jugadores, y Brasil ganó la Copa Confederaciones de una forma fantástica.

La selección no estaba logrando buenos resultados, lo que había llegado a provocar un cambio de técnico. De repente, contra Japón, Neymar transformó un tiro sensacional, todo salió bien y se creó una sinergia con la afición. ¿Todo eso le sorprendió, de alguna forma?
A mí no. Sé de lo que es capaz un jugador, y lo que puede hacer una selección. Sobre todo, jugando en su propio país, con el apoyo de la afición. Fue un día en el que todo salió bien. Neymar marcó un gol con la zurda, y se produjo en el momento adecuado. Todo encajó. En la final, Fred marcó un gol tumbado. Pero eso solo le pasa a quien cree en ello. La selección tuvo fe, y ganó de esa manera. Por lo tanto, para mí no fue ninguna sorpresa. Es la selección brasileña, y debe ser respetada, principalmente cuando juega en casa.

Entre esa final y el debut en el Mundial, habrá pasado un periodo de un año. ¿Es posible que este escenario pueda cambiar, o cree que, cuando Brasil salte al campo, habrá el mismo ambiente de la Copa FIFA Confederaciones?
Vamos a llegar con el ambiente que vimos en la final. El de una selección campeona, ganadora, que venció 3-0 a España. Es evidente que se trata de una competición distinta, más difícil. Pero Brasil es la selección a batir.

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