Como todo niño garifuna hondureño, Juan Carlos García se crío al lado de un campo de fútbol y con la playa cerca, el entorno ideal para soñar con llegar algún día a la Liga Nacional después a la Selección, jugar un Mundial y después en el extranjero.
Todo eso lo consiguió Juan Carlos, no sin antes pegarle una patada “con las puras uñas” a una pelota de plástico mientras jugaba potras con sus vecinos y bajaba cocos o pescaba a orillas del mar. Ni las icoteas que se criaron en el crique de La Curva se le salvaron.
Según sus vecinos contaron que, fue Roberto Duarte, mejor conocido como “Platano” quien me miró condiciones sobresalientes por encima de los demás niños y se lo llevó para el Marathon donde se hizo un nombre propio y el resto de la historia ya la conocemos.