El triste adiós de Zizou
No tendría que haber acabado así. Zinedine Zidane, ya era todo un referente de la Copa Mundial de la FIFA™ por su protagonismo en la victoria de Francia en 1998. Y en Alemania 2006, en su despedida internacional, había estado sublime. A punto de cumplir 34 años y con la jubilación a la vuelta de la esquina, el elegante mediocampista dio todo un recital que en última instancia le haría acreedor del Balón de Oro adidas, galardón que se entrega al jugador más destacado de cada edición de la Copa Mundial de la FIFA.
Incluso la final, que iba a ser el último partido de competición de su gloriosa carrera, se presentaba como el broche de oro perfecto. Las cosas empezaron bien. Zidane iluminó la noche berlinesa al abrir el marcador con un audaz penal a lo Panenka frente a Gianluigi Buffon. Lamentablemente, esa brillante acción no es la que ha quedado grabada en la memoria colectiva.
En plena prórroga, con Francia e Italia empatadas a 1-1, Zizou, un hombre famoso por crear momentos de auténtica belleza, dejó boquiabierto al mundo entero con su violento cabezazo al pecho de Marco Materazzi. “Mi gesto no es perdonable”, declaró posteriormente. “Me disculpo ante los niños que lo vieron”.
La consecuencia inmediata, tal y como ilustra la imagen, fue tan triste como justa. Tras recibir la roja directa por su momento de locura, Zidane puso punto final a su trayectoria profesional con una larga y solitaria marcha hacia el vestuario, pasando dolorosamente cerca de un trofeo que, sin él, los Bleus se mostraron incapaces de conquistar.