Hoy se cumple un año de la tragedia del Chapecoense
Una aerolínea que nunca debió ser habilitada, una aeronave que nunca debió decolar, un piloto que jamás debió volar y 71 almas cuyos familiares no dejan de llorar. Esto es, en resumen, lo que dejó el trágico vuelo 2933 de LaMia que cayó en la noche del 28 de noviembre de 2016 en las cercanías de Medellín con todo el plantel del Club Chapecoense, que debía disputar la primera final de la Copa Sudamericana con el Atlético, más directivos, periodistas y tripulación.
Pasaron 12 meses de la tragedia y, en este tiempo, las investigaciones de los expertos y las pericias aeronáuticas determinaron que el avión cayó por una mortal irresponsabilidad del piloto-dueño de la aerolínea Miguel “Myke” Quiroga, quien no se reabasteció y dejó sin combustible la aeronave.
Esto quedó plasmado en el Informe Preliminar del Grupo de Investigación de Accidentes Aéreos (GRIAA) de Colombia, donde queda claro que la máquina AVRO 146-RJ85, de la empresa LaMia, cayó a las 9:58, con 73 pasajeros y 4 tripulantes, en el lugar conocido como Cerro Gordo, jurisdicción del Municipio de La Unión, Antioquia (Colombia), luego de que la aeronave quedara literalmente “sin combustible”.
Aunque la investigación aclaró el motivo de la tragedia, no se puede decir lo mismo de los responsables, quienes llevaron a la muerte a 71 personas y dejaron con graves secuelas a otras 6.
En primer lugar, hasta ahora no se puede explicar cómo la aerolínea LaMia Corporation SRL obtuvo su habilitación de parte de las autoridades gubernamentales de Bolivia en 2015, siendo que fue rechazada por su país de origen, Venezuela, donde fue creada en 2009.
Tal vez el gerente general de la compañía, el militar jubilado y ex piloto del presidente boliviano, Gustavo Vargas Gamboa, tenga alguna respuesta a esta interrogante.
En la misma línea de investigación, no tiene lógica la autorización de despegue del vuelo 2933 de LaMia, siendo que existían numerosas y groseras irregularidades en el plan de vuelo presentado por el despachante de la aerolínea Alex Quispe, según declaró Celia Castedo (actualmente refugiada en Brasil por amenazas de muerte), despachante de vuelos de la Administración de Aeropuertos y Servicios Auxiliares a la Navegación Aérea (Aasana), en el aeropuerto Viru Viru, en Santa Cruz de la Sierra (Bolivia).
Según Castedo, el plan de vuelo de LaMia, entre otras cosas, no tenía la cantidad suficiente de combustible, de acuerdo con lo que establecen las normas aeronáuticas, para llegar y mantenerse con autonomía de vuelo por más tiempo. Es decir, fueron con lo justo de combustible para la distancia entre Santa Cruz de la Sierra y Medellín, lo cual no está permitido.
El Gobierno brasileño amplió por un año más la condición de refugio a Celia Castedo.
Asimismo, existe un manto de dudas sobre la póliza de la aseguradora BISA, que, supuestamente, no cubría como destino Colombia, por lo que LaMia tampoco podía volar al país cafetero y, en tal sentido, cómo es posible que las autoridades aéreas colombianas hayan autorizado el arribo de dicha nave.
De igual manera, llama la atención que el Gobierno de Bolivia no haya respondido, hasta ahora, al pedido de la Fiscalía de Brasil que, dentro del expediente abierto en investigación del caso, solicitó oficialmente todos los documentos inherentes a la compañía LaMia Corporation SRL y al vuelo 2933.
También resulta sospechoso que no se pueda conocer con exactitud quiénes son los verdaderos dueños de la compañía LaMia Corporation SRL, ya que en Bolivia fue constituida por Miguel “Myke” Quiroga (piloto y uno de los fallecidos en la tragedia) y Marco Antonio Rocha (otro piloto actualmente prófugo de la Justicia). Sin embargo, quien pagaba todos los servicios aeronáuticos y las cuentas de la aerolínea era la venezolana Loredana Albacete, hija del ex parlamentario Ricardo Albacete, dueños originales de LaMia en el país caribeño.
Finalmente, un detalle no menor que los investigadores deben tener muy en cuenta. El precio que cobró LaMia por el vuelo chárter para transportar a todo el plantel del Club Chapecoense fue de USD 130.000, cuando un chárter regular cobra entre USD 200.000 y 250.000.
Con todos estos interrogantes flotando en el aire, se puede decir que a un año del accidente existe más nebulosa que claridad en esta tragedia que fue sentida en el mundo entero.