Klinsmann, en busca del Messi perdido
Hace tres años, Jurgen Klinsmann tomó las riendas de la selección de Estados Unidos con promesas de cambio. Para ello utilizó palabras de moda, como “proactivo” y “reactivo”, pero eso no fue todo. “Quizás podamos encontrar a alguien golpeando una pelota en las calles”. “A lo mejor hay un Messi escondido por ahí en algún lugar de Estados Unidos. ¿Quién sabe?”.
Aquello fue algo más que un llamativo titular. El exdelantero de Alemania estaba decidido a encontrar todo el talento que hasta entonces había pasado desapercibido. Y se mostró dispuesto a buscar en cada polvoriento rincón, y hasta debajo de las piedras si hacía falta. ¿Acaso no podría haber un Messi, o algún astro de similares características, escondido en los más de nueve millones de kilómetros cuadrados que ocupa Estados Unidos?
En un país cuya población supera los 300 millones de habitantes, Klinsmann sueña con hallar jugadores que posean algo más que capacidad para trabajar duro. Él ambiciona algo mejor que los esforzados currantes que han definido al combinado estadounidense en las últimas décadas.
“Necesitamos buscar más”, apuntó Klinsmann, un mensaje que ha reiterado sin cesar a lo largo de todos estos años. El germano ansía demostrar que sus palabras eran algo más que mera retórica. “Estamos buscando jugadores por todas partes. Indudablemente, hay talento en Estados Unidos que no se está explotando. Estamos intentando ver cómo detectarlo y aprovecharlo”.
Ligas inferiores y universidades
La lista de convocados desde que Klinsmann se puso al frente de las Barras y Estrellas es extensísima. Siempre está ojo avizor, nunca se da por satisfecho. Dos nombres en particular ilustran el empeño del técnico por derribar cualquier obstáculo en su afán de búsqueda. Miguel Ibarra es un delantero incansable y con un gran olfato goleador. Desde que los norteamericanos alcanzaron los octavos de final en la Copa Mundial de Brasil, ha estado concentrado dos veces con la selección. Al alemán no le importa que Ibarra ni siquiera juegue en la Major League Soccer, la máxima categoría del campeonato nacional, sino en la North American Soccer League, la división de plata.
“Ibarra es el ejemplo perfecto de que hay diferentes maneras de llegar hasta lo más alto”, explicó Klinsmann sobre el atacante del Minnesota United FC y sobre su decisión de contar, por primera vez desde 2005, con un futbolista afincado en el país pero que no milita en la MLS. El técnico, alentador y exigente con sus pupilos durante los entrenamientos, hizo algo similar con Jordan Morris, atleta y estudiante de segundo año en la universidad de Stanford. El joven se convirtió en el primer universitario convocado con la selección desde 1995. Cabe destacar que por entonces, en Estados Unidos aún no se había instaurado la liga profesional.
“Valoramos a los candidatos según su potencial, talento y ganas de aprender”, aseveró Klinsmann en alusión a Morris, quien, para no poner en peligro su condición de amateur, rechazó la remuneración recibida por el resto de sus compañeros. “A veces la gente piensa que es demasiado pronto para alguien como Morris, que aún juega en la universidad, pero nosotros no pensamos así porque vemos el potencial”.
Klinsmann ocupa ahora dos funciones dentro de la Asociación Estadounidense de Fútbol. Además de ser seleccionador nacional, es su director técnico, lo que significa que es el responsable de guiar al fútbol estadounidense hacia un nuevo y brillante futuro. Habrá quien opine que se trata de dos cargos incompatibles, dado que en uno priman la frialdad y los resultados, mientras que el otro se ocupa de asuntos más vagos e imprecisos.
A su manera
Una cosa es cierta: Klinsmann está haciendo las cosas a su manera. Lanzó duras críticas a la calidad del juego en la MLS. Dejó a Landon Donovan, el mejor futbolista del país durante más de una década, fuera de la convocatoria para Brasil 2014, mientras que abrió las puertas de la misma a un chaval desconocido, Julian Green. Ha puesto a prueba psicológicamente a todas sus grandes figuras, enviando mensajes cargados de tensión a astros como Clint Dempsey, Michael Bradley y Jozy Altidore. Nadie está a salvo, no hay vacas sagradas.
El rubio y afable entrenador ha recurrido a estadounidenses nacionalizados con raíces en Europa [Noruega, Islandia o Alemania]. Al mismo tiempo, ha tendido la mano a veteranos como Chris Wondolowski y Kyle Beckerman, que ya creían haber perdido sus opciones de brillar en el ámbito internacional.
Y en la última Copa Mundial incluso convirtió en defensa al famoso delantero DaMarcus Beasley. El germano alaba las virtudes del yoga y condena la comida rápida. Sobre este particular, en una ocasión llegó a preguntar a un periodista: “¿Verdad que no pondría diesel en un Ferrari?”.
La última novedad de su reforma general es una propuesta para expandir los programas de desarrollo juvenil. Klinsmann quiere incorporar jugadores antes, cuanto más jóvenes mejor. Aspira a formar una red de entrenadores con ojos y oídos en todas partes, en cada polvoriento rincón y hasta debajo de las piedras. Está por ver si esta iniciativa logrará sacar a la luz al mítico Messi estadounidense. Pero las palabras del alemán invitan a pensar que es posible.
“Queremos elevar el nivel de juego”, concluyó, poniendo públicamente como objetivo para Rusia 2018 una plaza en semifinales. “Queremos medirnos a los mejores del mundo”.