Kylian Mbappé emerge entre egos
Ajeno a las peleas de egos que afectan a sus dos compañeros de tridente, el joven francés Kylian Mbappé enamora al público del Parque de los Príncipes, que le aclamó tras su enorme partido de Liga de Campeones contra el Bayern Munich.
No marcó el exmonegasco, pero de sus botas salieron los dos goles que lograron el uruguayo Edinson Cavani y el brasileño Neymar. Su velocidad y su potencia, en el contexto favorable de una defensa alemana muy adelantada en busca de un tanto tras el tempranero gol de Dani Alves (minuto 2), dejaron una impresión muy favorable.
Mbappé trajo a maltraer a la zaga germana y el público que abarrotó el estadio parisiense clamó su nombre cuando en las postrimerías del duelo Unai Emery le dio descanso.
El atacante de 18 años lo tiene todo para conquistar al público. procedente de las afueras de París, como buena parte de los aficionados del Parque de los Príncipes, sabe medir sus declaraciones y apuesta por la carta de la humildad en el mundo de millones en el que le ha metido el fútbol.
Su traspaso, el segundo más alto de la historia del fútbol, solo superado por Neymar, no parece haber cambiado su personalidad y el jugador, que todos los entrenadores que ha tenido consideran muy maduro para su edad, sabe torear la fama.
Además, haber llegado al PSG al mismo tiempo que Neymar le facilita las cosas. Mbappé se ha instalado en una segunda línea, protegido por el brasileño de ser el rompeolas de la presión, una responsabilidad que recae de lleno en el exbarcelonista, más caro, más experimentado, más expuesto.
Quizá por ello está al margen de las tensiones internas del vestuario, que en los últimos días han estallado en forma del ya conocido como ‘penaltigate’, el roce que protagonizaron Neymar y Cavani a cuenta del lanzamiento de las penas máximas.
Ese enfrentamiento, interpretado como la resistencia de los más veteranos del vestuario -encarnados en Cavani- a la llegada de la nueva horneada de estrellas -personificadas en Neymar- no ha afectado a Mbappé.
Su relación parece buena con ambos, en contraste con la frialdad con la que se tratan en el césped sus otros dos compañeros de tridente.
El francés reparte juego entre ambos, fiel a su reputación de jugador generoso que, no en vano, ya se había labrado en Mónaco. Dio dos pases de gol, pero de sus botas salieron otros también de gran calidad que no acabaron en la red por la falta de puntería de sus compañeros.
Y como las otras dos puntas del tridente evitan más a la prensa para no verse obligados a hablar de sus vergüenzas, Mbappé aparece también como el portavoz de las nuevas ambiciones del club.
“Esto no es más que el principio”, avisó el jugador al término del duelo contra el Bayern, un partido llamado a marcar las conciencias del fútbol europeo.
El PSG de la era Neymar puede haber encontrado a un líder donde no lo buscaba. El joven prodigio tiene todas las papeletas para triunfar en su país y ser, como dijo Emery hace unos meses, “profeta en su propia tierra”.
Para ello, cuenta con otro contexto favorable, la total confianza que le profesa el seleccionador Didier Deschamps, que pese a su juventud parece dispuesto a convertirle en una pieza fundamental de su dispositivo ofensivo.
Un ingrediente más que permite a Mbappé abrirse paso en el corazón de los aficionados franceses con más facilidad que otras grandes estrellas del equipo.