Marc exhibió su carácter y su carisma en todas las celebraciones
Si Marc Márquez está siempre sonriente, hasta cuando pierde, ayer la dentadura casi se le salía de la cara. Tiene fama de juerguista y bromista. Todo fuera de la pista, claro. A los 20 años cada día es una fiesta. La del título de MotoGP tenía que ser apoteósica y lo fue.
El ilerdense cumplió con todos los compromisos a su estilo: rompiendo esquemas. Nada más certificar el título se lanzó a la zona de su Club de Fans. Allí estaba Ramón, su tío y presidente, el que junto con su padre le puso encima de su primera moto.
Casi se deja la voz con los gritos. Su progenitor, Juliá, mientras, hacía reverencias a los japoneses. De casta le tenía que venir al galgo lo de las bromas. “Al principio he dicho: ‘reacciona, coño’. Alguna lagrimilla se me ha caído. He intentado que se secase con el aire para que no se notase”, reconoció.
Cada uno reacciona a su manera. Como Emilio Alzamora, su mentor. La enorme tensión que ha soportado en las últimas semanas afloró en forma de lágrimas. Tuvo que ver nublado por el líquido elemento cómo el diamante que ha pulido cruzaba la meta. Luego, era casi incapaz de hablar: “Hoy es su día. Yo no puedo decir nada”, se excusaba compungido.
Más serenos estaban los padres de la criatura. “Yo estaba muy tranquila”, decía Roser Alentá. “Me he relajado cuando he visto que el grupo se rompía”, desveló Juliá, que tardó poco en enfundarse la camiseta conmemorativa. Baby on board (Bebé a bordo) se leía. Más alterado estaba Álex, el hermano. Nunca en su vida se hizo tantas fotos. Todos le paraban mientras iba con su scooter cumpliendo recados. Sólo alcanzaba a dar las gracias, rojo por los piropos que recibía y con una sonrisa aún más amplia que la de Marc.
El protagonista principal quiso dejar su sello en el podio. La formalidad le hacía contener los gestos de alegría. Hasta agradeció el gesto de Lorenzo cuando el balear le dejó el cajón más alto tras descorchar el cava. Pero Márquez se animó con el griterío de la multitud. Su ánimo se trasladó a los pies. Se marcó un bailecito para la historia. vEra improvisado. ¿Ha quedado bien?”, decía entre sonoras carcajadas.
Se soltó en la pista
En los últimos tiempos ha mostrado su habilidad con el baile. Ya en Misano dejó a su equipo boquiabierto y provocó que los demás se animaran. En las pocas fiestas posteriores a las carreras que ha habido lo certificó. Y con bromas añadidas. Como en un karaoke en Narita. Allí hasta dedicó una canción a la bandera negra de Phillip Island. Y no una cualquiera sino My way, de Frank Sinatra.
Por supuesto, la noche acabó en baile. Tras los festejos en el circuito, tuvo que guardar la compostura en la Gala en Valencia. De traje, colocó la placa de nuevo campeón en la copa. Luego, el desmadre empezó con la cena secreta de Honda. El desparrame llegó en la discoteca Spook. Vaya baile que los dio Márquez.