Refugiado en Líbano, un sirio descubre el mar y se lanza al surf
Alí Qasem nunca había visto el mar. Forzado al exilio por la guerra, este joven refugiado sirio lo vio por primera vez en Líbano, donde descubrió su pasión por el surf. Ahora pretende introducir este deporte en su país.
Alí encera su tabla y se embadurna la cara de crema solar, antes de meterse en el agua a grandes zancadas. Pasa una ola tras otra, hasta que su silueta se pierde entre las aguas turquesas del Mediterráneo, como si persiguiera el horizonte sin descanso.
“Cuando estoy sobre mi tabla, soy libre. Tengo la impresión de que estoy en otra vida”, confía tímidamente este adolescente de 17 años, en una playa de Jiyeh, a 30 km al sur de Beirut.
Su padre, que trabaja como obrero desde hace 25 años en Jiyeh, hizo venir a su familia desde Alepo poco después de que empezara el conflicto en su país natal, que ha dejado más de 320 mil muertos y expulsado de sus hogares a millones de habitantes.
Alí, que tiene dos hermanos y tres hermanas, asegura que no guarda muchos recuerdos de su infancia en Siria.
Sí que recuerda, en cambio, la muerte de su tercer hermano, “abatido en Alepo al principio de la guerra”. En Alepo, la guerra empezó en julio de 2012.
“Surfear es como un arte. Me permite expresar mi personalidad”, explica el sirio, de viva mirada y piel bronceada. “Me convierto en otra persona. Tengo mucha más confianza en mí”, afirma.
Surf Syria
Alí Al Amin, un surfista experimentado, vio por casualidad al joven en 2015 y desde entonces, se convirtió en su mentor.
“Intentaba hacer surf con un trozo de poliestireno que había recortado en forma de tabla”, recuerda el libanés de 34 años, propietario de una escuela de surf en esa ciudad. “Estaba muy delgado y llevaba un simple pantalón corto. Tuve miedo de que se ahogara”, cuenta Ali Al Amin.
Tras unos minutos mirándolo, el surfista se tranquilizó. “Sabía exactamente lo que hacía”, recuerda el profesor, si bien el joven reconoce que ni siquiera sabía que ese deporte existía.
Ali Al Amin, que afirma considerar al joven como a un “hijo”, decidió abrirle las puertas de su escuela y darle tablas y monos. Por su parte, el adolescente se entregó al surf, convencido de que este deporte puede ayudarle a “construir una vida mejor”.
En verano, trabaja en el club de Ali Al Amin. Repara las tablas, recibe a los clientes y ayuda al profesor durante las lecciones, con lo que puede ayudar a su familia, que vive de los ingresos del padre y de las ayudas de la Agencia de la ONU para los Refugiados (ACNUR).
Su idea a largo plazo es llevar este deporte a su país, “convertirse en el primer surfista profesional de Siria y abrir una escuela de sur en Latakia [en la costa siria, en el norte] cuando la guerra haya terminado”.
La Federación Internacional de Surf (ISA) no cuenta con ninguna escuela de surf siria entre sus miembros.
Para ayudar a Alí a concentrarse en el deporte, su mentor lanzó una campaña de financiación participativa.
El proyecto de la escuela de surf de Alí todavía está muy lejos, pero él ya le ha encontrado un nombre: “Surf Syria”.