Salvador Cabañas vende pan después de haber perdido todo
“Voy a salir adelante”, repite a un periodista de la AFP durante una entrevista, sentado bajo la sombra de una planta de pomelos.
Él controla con la vista a parte del personal amasando la harina más allá en un galpón, prolongación de la modesta vivienda donde nació, en Itaguá (este), a 30 km de Asunción.
Admite que está separado de su pareja, María Lorgia Alonso, quien está a cargo de sus niños Santiago (13) y Mía Ivonne (9) en su lujosa mansión de Asunción, valuada en unos 5.000.000 de dólares.
También le atribuye haberse apoderado de sus bienes, durante su convalescencia, en connivencia con su representante y el abogado.
La escritura de la residencia está a su nombre, según dice.
“A medida que pasa el tiempo me voy dando cuenta de muchas cosas”, observa Cabañas al aludir a presuntos manejos turbios de su ex representante José González y de su propia ex pareja. “Hasta el abogado se vendió a ellos”, dijo.
Salvador se levanta a las cuatro de la mañana para disponerse a repartir pan en una camioneta a los clientes de su padre, don Dionisio, y su madre, doña Basilia Cabañas.
“Repartimos por los alrededores de Itaguá, Ypacarai, San Bernardino (afueras de la capital). Me gusta el trabajo. La gente me reconoce y me pregunta… sobre fútbol claro. Yo les digo que me divierto mucho”.
Cuatro años después
El 25 de enero se cumplieron cuatro años del fatídico momento de regresión en la carrera del habilidoso delantero.
Era la estrella del América, el club millonario de México. Ostentaba el récord de goleador de la Copa Libertadores por dos años consecutivos y se encontraba a seis meses del mundial de Sudáfrica 2010, al cual su equipo accedió casi sin despeinarse en las eliminatorias sudamericanas y llegó a cuartos de final con el argentino Gerardo Martino como entrenador, ahora en el FC Barcelona.
“Cuando sucedió aquello (el disparo) yo había firmado un pre-contrato por 1.700.000 de dólares para una transferencia a Europa. Me dijeron que mi destino sería el Manchester United. El América me retuvo. Me dio un departamento en Acapulco y otro en Cancún. Me dobló mi salario…”, señala.
En ese sentido, dijo haber tenido un sueño cuando su vida estuvo pendido de un hilo en el transcurso de sus 23 días en terapia intensiva en un nosocomio de la capital mexicana.
“Mi abuela Basilia me decía que iba a salir adelante”, relató.
Como Segismundo, cuando piensa en su vida y en su suerte en “La vida es sueño” de Calderón de La Barca, Cabañas no se explica el giro que le dio el destino a la suya, como aquel personaje del soliloquio del escritor español que en sus cavilaciones duda si la vida es una ilusión, una sombra, una ficción o un sueño.
“Y bueno, aquí estoy, tratando de recuperarme. Tengo mucha fe a pesar de que perdí todo”, remarca con seriedad.
“Doblemente víctima”
Su padre, Dionisio, también ex jugador de fútbol profesional, en el mismo puesto que jugaba su hijo -delantero por derecha- sentencia en la lengua nativa de Paraguay, el guaraní: “Mi hijo fue doblemente víctima”.
“Le truncaron su vida profesional en el mejor momento de su carrera y después se aprovecharon de él, su propia pareja, su representante y su abogado”, señala con dolor.
El propio Cabañas responde gesticulando con los dedos. “Me hicieron firmar con la impresión digital (de los dedos)” mientras no estaba con todas sus facultades. Dice que el América le había prometido una indemnización pero que el dinero nunca llegó a sus manos. “Ella (su mujer) dice que ya se acabó (el dinero)”. No obstante afirma que está dispuesto a encarar la batalla judicial. Entretanto, congenia su trabajo como panadero con el fútbol.
Se alistó a su club de origen, el 12 de Octubre de Itaguá, que volvió a primera división este año. El “12” estaba dos divisiones abajo hace dos años cuando reapareció Salvador como un bálsamo para darle nueva vida al club. Su retorno a los estadios congregó a miles de fanáticos y curiosos que corearon su nombre sin cesar.
Asegura que llegó al cielo
Y sobre su pasado reciente dice que trata de olvidar y mirar hacia adelante. De su asesino, el narcotraficante Jorge Balderas Garza, responde: “No sé. No me interesa. Me dijeron que le mataron”.
Aquel día de la tragedia, Salvador asegura que llegó al cielo. “Dios me bendijo para que vuelva a vivir. Hablaba con abuela (ya fallecida). Le dije que a mi familia no le iba a faltar nada. Pensando en eso mandé construir la panadería”.
Preguntado sobre lo que más recuerda de su paso por los estadios de fútbol, dice que nunca olvida a los brasileños que le apodaron “Gordinho” (gordito).
Había una razón especial. El América dejó fuera de la Copa Libertadores al poderoso Flamengo en el propio estadio Maracaná, con un triplete de Cabañas.
“Tiempo después jugué por la selección paraguaya. Le ganamos a Brasil en Asunción con un gol mío por las eliminatorias. Antes de la revancha, en Brasil, los medios de prensa publicaron: ‘cuidado con el Gordinho’. Me hizo mucha gracia”, dijo.
Preguntado lo que hará después de colgar los botines, reveló que tiene ofertas para ser comentarista deportivo de televisión. “Tengo una oferta a nivel local y otra en el exterior, de una cadena norteamericana”.
Interrogado si alguna autoridad del Estado o de la Asociación Paraguaya de Fútbol lo visitaron, respondió que no. “Parece que les interesa saber de mí solo cuando me necesitan”, concluye con ironía.