San Antonio Spurs se exhiben ante Miami
No es habitual comenzar una crónica de baloncesto por el principio del partido, pues, como en las buenas historias, los momentos claves tienden a producirse bien avanzada la trama. Pero hay excepciones. Eso sí, para que un inicio salte a la fama debe ser algo extraordinario: “Llamadme Ismael”, “Lolita, luz de mi vida, fuego de mis entrañas”, “Muchos años después, frente al pelotón de fusilamiento, el coronel Aureliano Buendía…” o los primeros 16 minutos de los San Antonio Spurs en el tercer partido de las Finales de 2014. Una obra maestra. Sin más. El mejor rato de baloncesto que uno recuerda y que dio a los texanos una victoria en Miami que les coloca 2-1 por delante, les devuelve la ventaja de campo y demuestra exageradas las dudas surgidas tras la derrota del domingo. Como siempre, dudaron los demás, ellos no. Ellos nunca.
Tras ese minuto 4 del segundo periodo, San Antonio ganaba 30-55 con 19/21 en tiros de campo (6/6 en triples) y la sensación de que podrían meter una sandía por una ratonera. Popovich ajustó su quinteto inicial colocando a Diaw en lugar de Splitter como compañero interior de Duncan. Asumía así que la velocidad y el small ball de Miami le estaba creando muchos más problemas a la hora de defender que ventajas en ataque, así que decidió hacer el primer movimiento. Y le funcionó, aunque el protagonista de la exhibición no fue ningún pívot, fue Kawhi Leonard.
Durante los dos primeros partidos, el jugador que Popovich considera que mantendrá a los Spurs en lo alto cuando sus veteranas estrellas decidan desaparecer en el atardecer, no había brillado, lastrado por las faltas y su propia naturaleza gregaria. Voz imponente, talento tremendo, manos descomunales y timidez de invitado a palacio, Kawhi siempre es el jugador al que menos preguntan cuando San Antonio atiende a los medios: es educadísimo, pero a nadie atrae una entrevista de “Yes, sir; no, sir”. A veces esa forma de ser le persigue a la cancha, donde se ve junto a Duncan, Parker y Ginobili y le parece de mal gusto reclamar protagonismo. Pero cuando Popovich le empuja a ello, apártense. Este fue uno de esos días.
El chico acabó con 29 puntos impecables (10/13 en tiros) en duelo directo con un tal LeBron James. Y se podría discutir si no fue aún mejor su partido defensivo, que contribuyó enormemente a una noche tristona del Rey: 22 puntos con siete pérdidas y escaso peso excepto en el primer cuarto, cuando sólo sus 14 puntos frenaron levemente el huracán rival rumbo al 26-41. El ataque de San Antonio era una belleza digna de pasear por esa Ocean Drive donde luce sus horas de gimnasio y de quirófano media Miami, la única ciudad en la que la gran actividad de ocio es mirarse unos a otros.
Los Spurs siempre veían un pase más que el resto y Miami, un equipo de imponente capacidad defensiva cuando se activa, se rindió ante un movimiento de balón que apenas era capaz de seguir con la mirada, no digamos ya con el cuerpo. En ataque, los Heat rindieron a un nivel alto, pero “alto” se queda nada ante la perfección, así que se fueron al descanso perdiendo por 21 puntos (50-71) y con la tentación de empezar a pensar en el cuarto partido. No lo hicieron. Eso es un equipo campeón.
Y durante un tercer cuarto de intensidad furiosa, de nuevo manos activas y brazos eternos en defensa y transiciones veloces en ataque, soñaron con culminar la segunda mayor remontada de la historia de las Finales. San Antonio, de golpe, despertó del sueño y vio venir a un bisonte enfadado, que llegó a colocarse a siete puntos a falta de dos minutos para el final del periodo. Guió la remontada Wade, que siempre aparece cuando algunos osados empiezan a olvidar el calibre del jugador al que critican, y le acompañaron algunas decisiones arbitrales impensables en campo neutral y la decisión de Spoelstra de volver a mandar a Chalmers al banquillo. A estas alturas de los playoffs ya ha quedado claro que tenerle en pista es jugar con cuatro y hacerlo con su suplente, Norris Cole, es jugar con cuatro y medio. Un rato después, el técnico decidiría que la mejor solución es jugar sin base. Ese agujero puede definir la serie.
Pero San Antonio, liderado felizmente por sus dos titulares más jóvenes, Kawhi y Danny Green (15 puntos y cinco robos), recuperó la compostura en el último cuarto y pronto dejó claro que no pensaba emborronar su histórica primera mitad. El final fue plácido hasta un 92-111 que resume bien el duelo. En lo que va de Finales, hemos disfrutado de un partido legendario por las circunstancias, de una maravilla individual y de una exhibición de juego de equipo. Y el jueves más. Grábenlo, por si acaso.