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Victoria del Atlético en su pertinaz persecución al Barça

Diego-Costa-celebra-con-sus-co_54392703479_54115221152_960_640Otra más y van once de doce. Victoria a victoria, el Atleti ha transformado la fe irracional en esperanza cauta y, a este ritmo, acabará convirtiéndola en objetivo indisimulado: sigue a un punto del Barça y no se le ven las fisuras. No es favorito, pero es candidato. Porque el gigante crece. Ante el Athletic no notó esa ausencia de Arda que fue una venda en los ojos tantas veces antes. Y si Diego Costa ya galopaba, ahora Villa se le ha subido a la grupa. El solista ha formado un dúo y suena como los ángeles. Ambos brillaron, marcaron y rieron. Ríe mucho el Atleti y eso ya no se lo va a quitar nadie.

Sin el turco, Simeone le dio una segunda oportunidad a Adrián, que había desperdiciado la primera en Granada, y el asturiano mejoró su respuesta. Hay esperanza. Durante la primera media hora, se asoció mucho y bien con Juanfran (en un momento enorme) para variar la habitual querencia del Atleti a cargar a la izquierda.

De ellos nació un 1-0 que llegó con preaviso. A los 26’, dejó Adrián un detallazo de fútbol sala para que Juanfran la pusiera atrás y Villa forzase la parada de la tarde de Iraizoz. Seis minutos después, volvieron a combinar junto a la banda los mismos actores y el centro de Juanfran, previo toque de Iraola, lo enganchó el Guaje en un complicado escorzo. Complicado para otros, claro. Era su cuarto gol en las tres últimas jornadas, en ocho días de explosión tras aquella suplencia en Viena. Adiós dudas.

La ventaja fue la puntilla para un Athletic que saltó al Manzanares con más temor que respeto. San José, teórico mediocentro, se incrustaba entre los centrales como si Laporte y Gurpegui tuvieran imán. Aduriz, en pelea solitaria, tenía el cuello echo polvo y a Miranda y Godín con tarjeta en un suspiro, pero más allá de su brega, los de Valverde no encontraban más argumento que el ‘esto no es lo que parece’. Y lo era. Estaban rendidos. Beñat siguió con su reconversión en peso pluma y a Muniain le habían dado un tranquilizante, lo que en su caso es malo.

El Atleti, mientras, disfrutaba del mejor Tiago que ha visto. El portugués, a sus 32 años, está a un nivel físico olvidado y, cuando eso sucede, es el mediocentro más completo de que dispone Simeone. Tapa, corta, distribuye y llega. Junto al portugués, Koke siguió preparando su oposición al Mundial. No a ir, no, sino a jugar mucho en él. Del Bosque estará tomando notas de la facilidad con la que encuentra a Diego Costa con espacio y en carrera. Con los ojos cerrados. Y suministrar ese tipo de balones al hispanobrasileño es casi un pase de la muerte. Así llegó el 2-0, tras un penalti no pitado por mano de San José. Koke filtra el balón y Costa crea otra maravilla: potencia, recorte en seco al indefenso Morán y remate preciso tras levantar la cabeza. Golazo. Empata así con Cristiano como pichichi con trece goles. Eso sí, con 53 tiros (93 a 41) y dos penaltis (4 a 2) menos que el portento del Madrid.

La segunda parte fue un paseo sin destino para el Atleti, un deambular feliz en el que Filipe Luis recuperó su protagonismo habitual y siguió ampliando su ya espléndida colección de caños. Iraizoz evitó que Villa prolongase su racha y Diego Costa, de nuevo a pase de Koke, rozó el larguero. Incluso el Athletic, ya tras la ingenua expulsión de Morán, se atrevió a disparar (Muniain, fuera). Y en el último minuto, Diego Costa, sólo ante el portero y con el pichichi al fondo, decidió que sus compañeros tenían mejor ángulo y cedió atrás. Iraizoz se lució ante Raúl García, pero el detalle quedó claro: en este Atleti, todos son uno.

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